Jesús Enrique Colombo se alzó triunfador en la segunda de abono de la Feria del Señor de los Milagros, cortando dos orejas ante un encierro serio de San Pedro y Salamanca. Morenito de Aranda dejó dos faenas de gran profundidad, emborronadas por el acero, y Alfonso de Lima puso voluntad sin tener lote propicio. La corrida, de impecable presentación, exigió temple, raza y entrega, premiando al venezolano con la salida a hombros por la puerta grande del bicentenario coso de Acho.
Redacción: Héctor Esnéver Garzón Mora – www.enelcallejon.co/ – Web Aliada
Arbeláez – Colombia. El bicentenario coso de Acho vivió una tarde de contrastes y emociones hondas en la segunda de abono de la Feria del Señor de los Milagros, con un encierro de San Pedro y Salamanca que, sin ser un derroche de bravura, sí ofreció nobleza y emoción suficiente para el lucimiento de quien supo entenderlo. En el cartel, tres toreros de estilos distintos y personalidades bien marcadas: Morenito de Aranda, que confirmaba su alternativa; Alfonso de Lima, el crédito nacional; y Jesús Enrique Colombo, el joven venezolano de arrolladora entrega.
El conjunto ganadero, serio y bien presentado, mostró desigual comportamiento en la muleta. Los toros de San Pedro (1°, 3° y 6°) destacaron por su clase y nobleza, especialmente el primero, de embestida templada y largo recorrido; mientras los de Salamanca (2°, 4° y 5°) resultaron más reservones y con tendencia a defenderse, exigiendo oficio y cabeza fría.
LA PROFUNDIDAD DE MORENITO Y EL ACERO TRAICIONERO
Morenito de Aranda, torero de elegancia sobria y sentimiento en la expresión, dejó en Acho dos obras que pudieron haber marcado su paso por Lima con tintes triunfales. Su primero, toro de la confirmación, tuvo clase y nobleza. El burgalés lo saludó con verónicas de trazo lento y media de cartel. Llevó al toro al caballo con chicuelinas y verónicas antiguas, y ya con la muleta instrumentó una faena de mando y sutileza, hilvanando derechazos largos, sentidos, con cadencia y pureza.
Por naturales templó con gusto, pero el toro comenzó a rajarse. La faena creció en sentimiento, y cuando todo estaba hecho para el triunfo, el acero quebró la magia: tres viajes con la espada hicieron esfumarse los trofeos. Ovación cerrada al toro y al torero, que se fue con la cabeza alta, aunque el alma herida.
Con el cuarto, de Salamanca, volvió a demostrar su tauromaquia de hondura. Se dobló con poder, se impuso con técnica y toreó con temple a un animal deslucido y calamocheante. La faena, cimentada en derechazos de mano baja y remates por abajo, fue una lección de oficio y paciencia. La música sonó, el público se entregó… pero otra vez la espada negó el premio. Escuchó dos avisos y el silencio final pesó como una injusticia para quien había toreado con verdad.
ALFONSO DE LIMA: VOLUNTAD SIN RECOMPENSA
Alfonso de Lima no tuvo lote. Ni el segundo ni el quinto ofrecieron opciones reales para el lucimiento. Aun así, el torero limeño demostró profesionalismo y dignidad torera. Con el segundo, se fue a portagayola, recibendo al toro con una larga cambiada de rodillas que encendió los tendidos. Luego, verónicas templadas, chicuelinas ajustadas y una media con empaque. Su faena, brindada al público, tuvo buenos pasajes por el derecho, pero el toro, berreón y mirón, nunca se entregó. Silencio tras media estocada.
Con el quinto, de embestida corta y sin transmisión, Alfonso se multiplicó en intentos. Lo toreó por ambos pitones, probó distancia, ritmo, altura… pero el toro no tuvo fondo. Dos pinchazos y una entera concluyeron una actuación honesta, pero sin eco. El público lo despidió con respeto, sabiendo que la voluntad no siempre vence la condición del oponente.
COLOMBO: EXPLOSIÓN, ENTREGA Y EL TRIUNFO DEL CORAJE
Jesús Enrique Colombo firmó una tarde de poder, variedad y entrega sin reservas. Con el tercero, saludó con verónicas de manos bajas, ajustadas y templadas, y luego lució en un quite por tapatías y serpentina final que levantó a los tendidos. Su tercio de banderillas fue espectacular: exposición, precisión y torería, arrancando ovaciones atronadoras.
Con la muleta, el venezolano inició con poderío, de rodillas, ligando derechazos largos y dominadores. Toreó con profundidad, bajando la mano, sometiendo al de San Pedro con autoridad y temple. La faena tuvo momentos de conexión total con el público limeño. Mató de gran estocada y cortó una oreja con fuerte petición de la segunda, que el palco no concedió, provocando bronca monumental.
Con el sexto, volvió a desatar pasiones. Recibió al toro con un festival de capa: verónicas, chicuelinas, tafalleras y una revolera para cerrar. En banderillas volvió a brillar, pidiendo incluso una marinera peruana como fondo, gesto que selló su cariño con Acho. La faena fue un derroche de entrega: el toro, brusco y exigente, encontró en Colombo a un torero con recursos y pundonor. Mató de una gran estocada en la yema, y el público exigió el trofeo. Oreja y puerta grande rotunda, premio a una tarde de torería integral.
BALANCE FINAL: UNA CORRIDA DE VERDAD
La corrida de San Pedro y Salamanca dejó huella en el abono limeño. Toros con presencia, exigencia y emoción, que permitieron ver la verdad de tres tauromaquias distintas: el sentimiento profundo de Morenito, la entrega sin recompensa de Alfonso de Lima y la explosión torera de Colombo, quien se marchó a hombros entre el clamor popular.
Ficha del Festejo:
Plaza de toros de Acho (Lima, Perú). Segunda de abono de la Feria del Señor de los Milagros. Toros de San Pedro (1°, 3° y 6°) y Salamanca (2°, 4° y 5°), bien presentados y de buen juego en general, destacando el 1° por su clase. Morenito de Aranda (confirmación de alternativa): Ovación y Silencio tras dos avisos. Alfonso de Lima: Silencio y Silencio. Jesús Enrique Colombo: Oreja con fuerte petición de la segunda y Oreja. Incidencias: Jesús Enrique Colombo, salió por puerta grande del bicentenario coso de Acho.























