Faenas de la temporada: Luque y una tarde «al calor de las trincheras» en Valencia
Dentro a nuestro repaso a las faenas de la temporada, hoy recordamos la obra -y la tarde en conjunto- que dio Daniel Luque en la pasada Feria de Fallas de Valencia resumidas en nuestra crónica, «Al calor de las trincheras«, que así titulamos aquel festejo de Juan Pedro Domecq desde el coso de la calle de Xátiva:
Al calor de las trincheras nacen las más geniales creaciones del ser humano. Al refugio de la dureza se construyen las más perspicaces e ingeniosas de las creaciones. Y es en la oscuridad de la dificultad, cuando se aprende de veras el camino para encontrar la libertad. Por todos esos trances ha pasado el Luque que hoy selló una de las faenas de su vida en Valencia, y por eso la obra que esculpió en la calle de Xátiva escondía un poco de cada bache que el camino le ha puesto… para parir en sublime genialidad el conjunto de una faena cincelada al calor de las trincheras.
Privilegios del aficionado ver el saludo de capote que Daniel recetó a ese primer toro de su lote, un segundo ‘Bachicho’, bajo y bien hecho, con cara de embestir, al que le meció la capa con una cadencia extraordinaria. Y la media y la larga, un poema ambas. Por ajustadas chicuelinas quitó Emilio de Justo tras las medidas varas de El Patilla. Habilidosos los pares de Raúl Caricol y Jesús Arruga, provocando la embestida del animal ante su tarda arrancada. Al tendido fue el brindis de Luque, que inició por ayudados con una esencia paranormal. Como paranormales fueron las dos primeras series por derechazos, sin un toque de más para aprovechar la dulce inercia del toro, aguantando los embroques para torear con el hombro hundido y el mentón en el pecho la embestida, sin un zapatillazo que desgobernara el propio gobierno que suponía en sí mismo el conjunto de dos series rotundas. No era el mismo el toro al natural, pero sí el torero, que entregó su alma en cada proposición y dio el pecho en cada embroque, soñando cada viaje que embaucó por abajo. Una locura lo de Luque en una obra de intensidad, temple y poso. El final, por fulgurantes circulares y luego luquecinas de tragar quina. La lástima fue el pinchazo previo a la estocada. Oreja con mucha fuerza.
‘Paparrucho’ se llamaba el cuarto, de 574 kilos, toro con caja y serio, con el que se echó de rodillas Luque para torearlo a la verónica, y ya erguido soltó media docena de bello y templado trazo. Lo cuidó en el caballo El Patilla, y luego Raúl Caricol tuvo que echarle alta la capa para que no perdiese las manos. Le puso a Jesús Arruga en la cara los pitones en su par. Tenía que cuidar mucho los toques y embaucar con dulzura el tranco de un toro cogido con alfileres, al que dejó muletazos con ajuste en una obra que no rompió por la condición del toro.