Las Corridas en Colombia

0
6529

Las Corridas en Colombia

Con una secular afición a los toros, Colombia adquiere su mayoría de edad taurina a principios del siglo xx y da una de las grandes figuras de los últimos decenios de la centuria. En las primitivas fiestas de toros colombianas predominaba la actuación de los «orejones», expertos y hábiles vaqueros de la sabana de Bogotá, cuyas ejecuciones asustaban a los «cachacos» de la ciudad.

Los Criollos

Como en México, también en Colombia existían modalidades propias o criollas de la fiesta de toros. En los primeros años de la llamada «vida republicana», una vez conseguida la independencia, se celebraban en Bogotá nueve festejos en el mes de julio, para conmemorar precisamente esa separación de la Corona española. Eran fiestas en las que se corrían reses, pero sin el más minino parecido a la fiesta actual. Unos protagonistas de estas singulares corridas a la colombiana fueron los denominados orejones, vaqueros de las haciendas de la sabana de Bogotá que exhibían sus facultades en las faenas de enlazar y someter a las reses. No faltaban los banderilleros, de nula técnica, y los espontáneos, que servían mucho más de burla que de admiración. Fueron tiempos de una Fiesta primitiva y lugareña que no aportaron otra cosa que el mantenimiento del gusto del público por los toros.

La Llegada de Alcalareño y Bienvenida

La tauromaquia colombiana comenzó su vida adulta por el año 1917, cuando llegaron a este país los toreros españoles José García «Alcalareño» y, más tarde, Manuel Mejías Rápela «Bienvenida». Ambos diestros sostuvieron en Bogotá una gran rivalidad que dividió al público y sirvió de gran negocio para la empresa del entonces circo de San Diego, la antigua plaza, anterior a la actual de Santamaría.

También en Cali, en una humilde placita en el barrio del Centenario, se dieron festejos con estos dos diestros, y la Fiesta fue cobrando auge en otras ciudades de Colombia. La construcción de la actual plaza de toros de Bogotá, en 1931, fue definitiva para el crecimiento de la Fiesta en Colombia. Por esta plaza desfilaron las grandes figuras de España, como Domingo Ortega, que en tres tardes triunfales en 1938 se hizo ídolo de Colombia. Los festejos de ese año para conmemorar el cuarto centenario de la capital colombiana contaron también con la presencia de grandes toreros mexicanos, como Armillita, Jesús Solórzano y Fermín Rivera, y se lidiaron, por primera vez en Colombia, toros españoles de Santa Coloma y Miura.

Las Ferias

Bogotá monopolizaba prácticamente la actividad taurina de Colombia; sólo Medellín, de vez en cuando, se daba el lujo de ser escenario de corridas de algún postín. Manolete, Litri y Aparicio son nombres que dejaron huella en los años cuarenta y cincuenta, hasta la creación de la Feria de Manizales (1955), que abrió definitivamente a Colombia como gran centro taurino. Poco después se comenzó a organizar la Feria de Cali (1957). Estos dos acontecimientos hicieron de la temporada colombiana la primera de Sudamérica. Empezaron a llegar las grandes figuras de España. Irrumpieron también los toreros nacionales, especialmente Pepe Cáceres, Joselillo y Vázquez II, y los ganaderos colombianos hicieron un esfuerzo considerable para hacer de Colombia una gran nación taurina.

César Rincón

La altura de la tauromaquia colombiana la puso César Rincón, no sólo el mejor y más grande torero suramericano de todos los tiempos, sino también una importante figura en España. Rincón llegó a la Fiesta cuando ya Colombia había logrado la mayoría de edad taurina, perfilando una tauromaquia en la que los gustos de los aficionados se parecen a los de España. Los medios de comunicación radiales han contribuido de forma extraordinaria al fomento de la Fiesta en Colombia; éste es un caso único en el mundo por la fantástica difusión de las corridas de la temporada grande, aunque el resto del año la atención que se presta a los festejos que se celebran en los meses de marzo a octubre es escasa. César Rincón es el más importante torero colombiano y uno de los más destacados de América. Sus triunfos en las plazas españolas y francesas han prestigiado a la tauromaquia de Colombia.

La semilla de lo que sería con los años la floreciente tauromaquia colombiana fue regada por la expedición del conquistador Alonso Luis de Lugo, que, en 1543, llevó a la entonces recién fundada Santa Fe de Bogotá un lote de setenta toros españoles. Aquellas reses nada tenían que ver con los que hoy se conocen como toros de lidia de pura casta, pero sirvieron para dos objetivos fundamentales: acrecentar la cabana nacional de Colombia y nutrir los festejos que se celebraban en la plaza Mayor de Bogotá. En los territorios de Nueva Granada, que hoy constituyen Colombia, se celebraban festejos taurinos exclusivamente en las fechas especiales: la llegada de un nuevo virrey o presidente de la Real Audiencia y, de forma extraordinaria, la subida al trono de un nuevo soberano. Al principio, los toros se lidiaban enlazados, es decir, sujetos a un poste por una cuerda o soga atada a las astas. Más tarde se prescindió de esta cuerda y se lidiaron sueltos. No faltaron las prohibiciones eclesiásticas o gubernamentales, por lo que la Fiesta tuvo también en Colombia sus períodos de parálisis. Sin embargo, la entonces colonia española contó con un virrey aficionado a los toros llamado José Solís Folch de Cardona, que impulsó la celebración de festejos taurinos, que, según las crónicas, resultaron de un lujo extraordinario. Otros virreyes muy aficionados, como Pedro Messía de la Cerda y «el pacificador» Pablo Morillo, asentaron la vigencia de los toros en Colombia.

Redacción: La Pasión por los Toros – Planeta Deagostini

Dejar respuesta